La leyenda del tesoro del Lugar Florido es un relato recopilado por el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias. Este, junto a muchas otras obras de leyenda literaria, fue publicado en 1930 en su libro Leyendas de Guatemala.
La intención era recuperar parte del folclor indígena de la región dentro de sus escritos. En un principio, las leyendas del pueblo se transmitían por medio de la oralidad, así se compartían las tradiciones y creencias de la cultura maya y sus descendientes en Guatemala.
(Foto: Hotel Atitlán)
Leyenda del tesoro del Lugar Florido
Era un atardecer pintado de naranja, con sus nubes salpicadas de rojo como la sangre. Un vigilante, en lo alto de un templo vio pasar una nube, la cual rozó el agua del lago y se posó a los pies del volcán.
Aquel era un mensaje y el vigilante bajó del templo, mientras anochecía, gritándolo con todas sus fuerzas. Los demás habitantes de la ciudad repitieron el mensaje a voces, que la guerra había concluido en todos los dominios de los señores de Atitlán.
En la noche, se hizo mercado en el lago. Los vendedores se subieron a sus barcas, alumbradas como estrellas en aquella oscuridad. Comerciaban frutas, esmeraldas, perlas, polvo de oro, brazaletes de caña blanca, miel, especias, y todo tipo de tesoros.
(Foto: Teofilo Barrientos)
Hubo música, bullicio, en el mercado se intercambiaba el cacao como moneda. Los sacerdotes amanecieron vigilando el volcán desde los grandes pinos, que estaba cubierto de nubes, anuncio de paz y seguridad del Lugar Florido.
Sonaban los tambores, las flautas, los caracoles y todo estaba adornado. Había flores, frutos, pájaros, colmenas, plumas, oro y piedras caras para recibir a los guerreros que regresaban a casa.
¡Allí veo a mi hijo, allí, allí, en esa fila! gritaron las madres, con los ojos llorosos. Las doncellas llamaban también a sus amantes entre los hombres vestidos con máscaras de puma y oro y plumas rojas.
La batalla
Pero en medio de la fiesta y de la celebración, el volcán rasgó las nubes, anunciando un poderoso ejército en marcha hacia la ciudad. Los hombres blancos avanzaban, pero apenas se veían en la neblina, confundidos por fantasmas. Y las armas en sus manos se encendían como centellas.
(Foto: Mitos y leyendas de Guatemala)
Entre los maizales se entabló la lucha, que duró un buen rato. Parte de las tribus se preparaban para la defensa del muro, mientras otra parte huía por el lago con el tesoro del Lugar Florido.
Trasladados en barcas, se dirigieron a la falda del volcán y comenzaron a enterrar su tesoro. Cuando los invasores los alcanzaron, subidos en barcas también, las tribus trataron de huir de los disparos, abandonando perlas, diamantes, esmeraldas, ópalos, rubíes, oro en tejuelos, en polvo, trabajado, todo tipo de joyas.
Los invasores vieron aquel botín, ya disputando entre ellos la mejor parte para cada uno. Pero el volcán, aquel Abuelo de Agua los detuvo con su respiración. A pesar de esto, desembarcaron para intentar apoderarse del tesoro.
Un chorro de fuego les barrió el camino. Espantados, se quedaron petrificados ante la vista de las selvas, ríos, rocas, llamas, ceniza y lava que les arrojó el volcán, sepultando aquel preciado tesoro de las tribus.
Referencias
- Leyenda del Tesoro del Lugar Florido. Literatura Guatemalteca. Recuperado el 6 de octubre del 2017, de https://goo.gl/b7LVV
- Editorial Jasper. Adaptación por Pamela Gómez. Leyenda del Tesoro del Lugar Florido. Recuperado el 25 de septiembre de 2020. https://bit.ly/2HwL7oq
